Honen Shonin nació en el pueblo de Inaoka en la parte sur del municipio de Kume en el distrito de Mimasaka. Tokikuni Uruma, su padre, era militar jefe (Oryoshi) del municipio, y el apellido de soltera de su madre era Hada.
Al no tener hijos, en su dolor oraron al Buda y a los dioses para tener un niño, y Hada tuvo un sueño en el que sintio que se tragaba una hoja de tuzura. Inmediatamente se encontró embarazada. Tokikuni, lleno de alegría, dijo a su esposa, "El niño en tu útero será sin duda maestro de Emperadores" Hada era una mujer de espíritu amable, y durante todo el período de embarazo estuvo bastante libre de dolor. Ella estrictamente se abstuvo de vino, carne y las cinco verduras prohibidas, siempre considerando los Tres Tesoros Sagrados con profunda reverencia.
Presagios
Por fin, el séptimo día del cuarto mes en el segundo año de Chojo (20 de mayo de 1133), en el reinado del Emperador Sutoku, dio a luz sin dolor a un hijo, precisamente a la hora del caballo (12 a.m.), cuando una nube púrpura apareció en el cielo, y dos estandartes blancos se posaron sobre las profusas ramas de un tronco del árbol muku, que se encontraba en el lado oeste de la casa dentro del recinto del jardín, mientras pequeñas campanillas, colgadas de las pancartas, tintineaban sus notas alegres, y el brillo de sus patrones brillaban intensamente entre los rayos del sol.
Después de siete días, ante el asombro de todos los que habían visto y oído, los estandartes ascendieron y desaparecieron. A partir de entonces este árbol fue llamado el "árbol muku de dos banderolas": y aunque mucho después cayó al suelo, los olores y otras señales milagrosas no cesaron durante un largo tiempo.
El pueblo contempló el lugar con reverencia y construyó allí un templo que fue llamado Tanjoji, el templo del nacimiento, con una capilla especial que consagra la imagen de Honen, donde practicaban el Nembutsu. Se relata que en ese momento del nacimiento del emperador, cuatro pares de pancartas descendieron del cielo, mostrando, se cree, su perfecta asimilación del Noble Óctuple sendero.
El niño recién nacido se llamó Seishi Maru (en honor al Bodhisattva). Desde temprana edad cuando jugaba a caballo con una vara de bambú, sus modales eran más parecidos a los de un adulto, que a los de un niño, como por ejemplo: Su costumbre de sentarse con la cara hacia el oeste (donde se encuentra la Tierra Pura de Amida), y su comportamiento durante su juventud parece haberse parecido a la de Tendai Daishi.
A la edad de 9 años el padre de Honen fue asesinado en un ataque nocturno por un guerrero Sada-Akira del clan Minamoto, el joven Seishi Maru observo a través de una pequeña abertura a Sada-akira en el jardín, empuñando una flecha que apuntaba directamente a su padre.
La herida de Tokikuni resultó incurable, y cuando se acercó a las puertas de la muerte, se volvió hacia su hijo de nueve años y dijo: "No dejes que este resentimiento en tu pecho te lleve a vengar a mi enemigo. Esta desgracia fue el resultado de algún pesado karma mío en un estado anterior de existencia. Si albergas mala voluntad hacia tu enemigo, nunca estarás libre de enemigos. Así que no lo hagas, muchacho, pero sin demora abandona la vida mundana y conviértete en sacerdote, busca tu salvación y la de los demás":
Dicho esto, se sentó erguido con el rostro hacia el oeste, cruzó las manos en oración reverencia al Buda y, como si se durmiera, exhaló su último suspiro.
Ahora bien, en esta provincia había un claustro conocido como Bodaiji, cuyo abad era Kwangaku, un sacerdote que llevaba el título honorable de Tokugo (conferenciante religioso). Como el era hermano menor de Hada, era el tío de Seishi Maru, quien, considero la última petición de su padre, y fue puesto bajo su cuidado. La aptitud natural del niño para el estudio era tan rápida como el rio que fluye velozmente. Aprendía más de lo que se le enseñaba.
Honen en la residencia de su tío
Cuando Kwangaku vio que los talentos del chico eran inusuales, pensó que era una lástima que un genio así se perdiera en el tiempo, cubierto por el polvo de un campo apartado, y así, empezó a hacer preparativos para enviarlo a la tierra de las nubes de Hiei, el monte sagrado de Tendai.
Tan pronto como el chico se enteró de la intención de su tío, puso todo su empeño para apresurarse hacia el Monte Hiei.
Kwangaku lo acompañó a hablar con su madre, y Seishi Maru le hablo de la siguiente manera a su desconsolada madre: "Después de muchas transmigraciones dolorosas, he logrado alcanzar la gloria de haber nacido como humano. En un mundo de ilusión, finalmente me he encontrado cara a cara con la enseñanza del Buddha que lo disipa todo. Cuando uno llega a ver ante sus propios ojos la absoluta mudanza de todas las cosas, no puede dejar de rechazar la gloria floreciente del mundo ilusorio. Sobre todo, las palabras de despedida de mi padre siguen sonando en mis oídos, y no puedo olvidarlas. Y entonces debo subir de inmediato al monte Hiei y entrar al estudio del vehículo único.
Por supuesto, madre, mientras vivas, cumpliré mi deber filial contigo por la mañana y por la noche al máximo; pero como dice uno de los Sutras, la mejor manera para que los niños muestren la gratitud a sus padres es apartarse de lo temporal, y consagrarse a lo eterno. "Deja, que tu dolor se acabe".
Luego, un adiós matutino cubrió de tristeza el día: Con muchas mas palabras consoló el corazón de su madre. Ella estaba completamente convencido de la razonabilidad de todo lo que dijo, y ella dio el consentimiento a su solicitud, sin embargo estaba tan abrumada por el dolor que las lágrimas corrieron sobre su manga y sobre los mechones negros del chico.
Fue duro para ella, como siempre es para la carne y la sangre, soportar tales dolores, y así es la naturaleza que seguramente surgirá en el momento de la separación de los seres queridos. Su dolor encontró expresión en lo siguiente líneas memorables:
"¡Ay de mí! ¿Qué haré cuando deba separarme? De este hijo mío, ¡el último regalo de su padre para alegrar mi corazón!
Pero a pesar de todas las protestas de su corazón, envió al niño por instrucción de Kwangaku a un sacerdote llamado Jihobo Genko, que vivía en la parte norte de la sección occidental de los tres grupos de templos en el monte Hiei. En su carta de presentación a Genko, Kwangaku dijo: "Les envío aquí una imagen del gran y venerado Monju (Manjusri, Bodhisattva que representa a sabiduría trascendental); con lo que quiso indicar la extraordinaria habilidad del niño.
Así, en su decimoquinto año, como quien deja tras de sí las densas brumas del mundo del trabajo diario y asciende a la hermosa tierra de las nubes, el niño se despide de su país de origen y llega a la capital, el día trece, día del segundo mes del tercer año de Kytlan (1147), en el reinado del emperador Konoe. Mientras pasaba por la carretera de Toba a Kioto, conoció al regente, Tadamichi Fujiwara del templo Hosshoji.
Desmontándose de su caballo, hizo una reverencia, cuando el Regente ordenó su carruaje para ser detenido, y preguntó quién era esa persona. Un sacerdote que acompañaba al niño le dijo quién era, tras lo cual el Regente cortésmente lo saludó y siguió adelante. Ante esto, sus asistentes se sorprendieron bastante, pero más tarde les dijo: "El chico que conocimos por el camino tenía una luz peculiar en su ojos, y estoy seguro de que no es de molde común. Por eso lo saludé".
Y cuando pensamos en ello, puede que no el hecho de que su hijo Kanezane de Tsukinowa se convirtió en un ferviente creyente de Honen, debido a la profunda impresión que dejó en su mente al escuchar esta historia de su padre.
Traducido al español por Chijo Cabanelas
Extraído de:www.jsri.jp
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